A veces,
El tiempo corre tan de prisa que tapa mis ojos torpes, agarra con sus dedos los aromas que me gustan, como el de la tierra húmeda, el café fresco y el de esas noches obscuras con estrellas refulgentes.
Y resurjo
y muero,
una y otra vez. Todo eso…,
en un aletargado silencio.
(Un silencio tan profundo como el destello de la muerte)
***
A veces,
Mi cuerpo es sorprendente.
La sangre estalla cuál volcán de mi vientre y fluye la vida y me torno fértil, emancipada y violenta, arremeto en el día y el día en mí.
Mis caderas son comarcas de lobos que se escapan de la jauría asfáltica en busca de apareo, y mis ojos, ellos siguen insondables y vastos, inmensos tanto como mi alma.
Nadie los toca